lunes, 26 de enero de 2009

UNA BRECHA ENLA MURALLA

Lectura: Nehemías 4:7-18
Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene[n] del Padre. —1 Juan 2:16
La Gran Muralla China, de 7.600 kilómetros de largo, fue construida para mantener fuera a los invasores del norte. El primer emperador de China, Shi Huangdi, quien vivió entre 259 y 210 a.C., construyó la primera muralla. Pero en 1644 d.C. los manchúes penetraron la Gran Muralla e invadieron China. Lo hicieron sobornando a un general de la dinastía Ming para que abriera las puertas.
Durante la reconstrucción de la antigua Jerusalén, Nehemías entendió el agudo peligro que representaban aquellos que se oponían a la reconstrucción de los muros derruidos de la ciudad. Así que ordenó una vigilancia constante. La mitad de los trabajadores debían mantener la guardia mientras que la otra mitad reconstruía los muros (Nehemías 4:13-18).
Como cristianos, debemos ser vigilantes para que nada haga una brecha en nuestras defensas espirituales. Ni siquiera el más maduro de los creyentes jamás puede darse el lujo de bajar la guardia.
El apóstol Juan nos advierte de los enemigos desde tres direcciones. Los identifica como «los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida» (1 Juan 2:16). Estos enemigos nos atraen alejándonos de Dios y Su Palabra, y dejando un espacio abierto para que el enemigo se cuele.
Estemos alertas a lo que nos seduce hoy. Un desliz abre la puerta al pecado, lo cual a su vez puede que se transforme en un hábito que nos sojuzgue. No permitas una brecha en la muralla. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. —1 Juan 2:17

domingo, 25 de enero de 2009

HOY..EL SEÑOR ENVIARA ANGELES CERCA DE MI

“Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo” Hechos 27:23
Gran tempestad y profunda oscuridad, acoplada con el riesgo inminente de un naufragio había llevado a la tripulación del barco a un ambiente muy triste y desesperado. Mientras toda la tripulación se agitaba interna y externamente ante tan grande tempestad, uno de los tripulantes se encontraba tranquilo, reposado y no estaba ni sacudido por dentro ni sacudido por fuera y cuando sus labios se abrieron sus palabras de esperanza transmitieron a todos los demás una inmensa quietud.
Pablo era él hombre quieto en medio de una tripulación altamente desesperada. Había legionarios romanos en la plataforma exterior del barco y un pobre preso judío tuvo más espíritu que ellos en tan difíciles momentos. Por qué? Porque él tuvo un amigo oculto quién le impartió coraje. El Señor Jesús envió un mensajero para él a fin de que le susurrara un mensaje de consuelo en el oído de su siervo fiel, por lo tanto el se vistió de ánimo y pudo hablar con gran facilidad.
Si nosotros tememos al Señor, podemos estar seguros que no estaremos solos en los momentos difíciles. Los ángeles del Señor están reservados para ministrarnos y ellos no son retrocedidos por las tormentas ni impedidos por la oscuridad.
Las visitas de los ángeles no son escuetas ni escasas, sus visitas son frecuentes en nuestras noches de tempestad y de conflicto. Ellos bajan como amigos cuando estamos bajo presión y sus intercambios con nosotros son abundantes y grandes sus fortalezas de amor. Sus palabras de ánimo traídas a nosotros desde la escalera de Jacob reaniman nuestro espíritu. Si esta es una hora de angustia para ti, entonces prepárate para discernir la Ministración de los ángeles de una manera muy especial. Hoy quiero estar dispuesto a responder a ellos con esperanza y amor.
El ángel del Señor trajo para Pablo un mensaje de esperanza. Dios enviará para mi en este día también mensaje de esperanza, puede ser directo a mi corazón, o a través de su Palabra, o por medio de un hermano y si es necesario él enviará para mi un ángel para reanimarme. Hoy puedo creer con toda la seguridad de que el ángel del Señor está cerca, en medio de la oscuridad para traer tranquilidad a mi alma en medio del temor. Los rugidos fuertes el salvaje mar tratan de quitarme la paz , más tu presencia Señor a través de tu ángel me confortará. Y solo en ti oh Señor podré esperar.

Señor, Gracias por la fortaleza de tu presencia. A veces siento que casi no puedo, pero en medio de tu amor yo encuentro paz. Gracias por tus ángeles que acampan alrededor de los que te temen y los defienden. Se que soy uno de los que te temen y por ello mi alma está acallada en ti. Sostén mi alma con tu fuerza y ayúdame a caminar con la paz que viene de lo alto. Amén.

UN MILLON DE SAPOS

Muchos se angustian por problemas que, en su mayoría, nunca llegan a hacerse realidad. Sufren con anticipación, pensando e imaginando cosas que pudieran suceder. La mayoría de nuestras preocupaciones se deben a la falta de confianza en Dios.
Un hacendado fue a la ciudad y le preguntó al dueño de un restaurante si podía utilizar un millón de piernas de sapos. El dueño del restaurante quedó asustado y quiso saber dónde pretendía el hacendado conseguir tantas piernas de sapos. El hacendado le respondió: Cerca de mi casa hay un pequeño lago que está invadido e infestado de esos bichos. Son millares y hacen un barullo infernal, croando toda la noche. ¡Me estoy volviendo loco!
Quedó decidido, entonces, que el hombre le traería quinientos sapos por semana, durante algún tiempo. En la primera semana, el hacendado volvió al restaurante un poco avergonzado, pues traía en sus manos dos sapos. El comerciante le preguntó: ¿Dónde está mi pedido?
El hombre respondió: Yo estaba totalmente engañado. ¡Había solo estos dos pequeños sapos en el lago! Ellos solos son los que hacían todo el barullo.
La próxima vez que alguien te critique o se ría de ti, acuérdate de que no son miles de sapos los que hacen todo el barullo, sino apenas dos sapitos. Mientras dos critican y ríen, cientos te apoyan y animan.
Acuérdate de que las angustias y los problemas parecen mayores en la oscuridad. Hay una posibilidad muy grande de que, cuando llegue mañana y lo pienses mejor, el problema habrá disminuido su importancia o habrá desaparecido, quedando en su lugar un asunto de fácil solución.
Lo mejor es dejar las preocupaciones en las manos de Dios. Ten hoy un día feliz, sabiendo que Dios está en el control de tu vida.

Pero yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor: porque tú eres mi protector.Salmo 59:16

TIEMPO DE PLANTAR

Lectura: Gálatas 6:6-10
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. —Gálatas 6:7
En este preciso momento, en algún lugar en el mundo, algún agricultor está echando semillas en la tierra. Pronto esas semillas comenzarán a cambiar el lugar donde fueron plantadas. El suelo cuidadosamente preparado que hoy parece yermo se convertirá en un campo listo para la cosecha.
De igual modo, los buenos propósitos de año nuevo pueden ser semillas echadas para alterar el paisaje de la vida para los demás y nosotros mismos. Esta oración de San Francisco de Asís es un poderoso modelo de este anhelo de traer un cambio positivo a este mundo en sufrimiento:
Señor, has de mí un instrumento de Tu paz. Donde haya odio, déjame plantar amor; donde haya daño, perdón; donde haya duda, fe; donde haya desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; y donde haya tristeza, gozo.
El agricultor que siembra trigo jamás se sorprende cuando brota la espiga del suelo donde ha sido plantada. Así es la ley universal de la siembra y la cosecha: «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7). Nuestra naturaleza pecaminosa dice: «Complácete», mientras que el Espíritu nos insta a agradar a Dios (v. 8).
Hoy es tiempo de plantar. Dios ha prometido: «A su tiempo segaremos, si no desmayamos» (v. 9).

Siembra hoy lo que quieras cosechar mañana.

sábado, 24 de enero de 2009

HOY SE QUE ÉL ES MI SANADOR

“Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí, y le siguió mucha gente, y sanaba a todos”. Mateo 12:15
Una masa horrenda de enfermedad se arremolinaba alrededor de Jesús. Él no se disgustaba ante tal aglomeración de enfermedades, más pacientemente atendía cada caso. Una gran variedad de maldades él también encontró a su paso. Llagas cancerosas, cegueras inconcebibles, parálisis injustas y sorderas desgarrantes, salían a su paso. Lepras inmundas y sistemas nerviosos desajustados, corrían detrás de él y él camino en medio de esa masa espeluznante y caminaba con vencedor.
Cada enfermedad caía de rodillas frente al bendito Maestro. Ante él huía desesperado el calor de la fiebre o el frío de la hidropesía, el letargo de la parálisis o la saña de la locura. Temblaba ante su presencia la inmundicia de la lepra o la locura del oftalmía porque todas estas enfermedades conocían el poder de su palabra y ante su mandato todas ellas huían.
En cada rincón del campo Él era triunfante sobre la maldad, y recibió el homenaje de prisioneros entregados. Él vino, Él vio, Él conquistó en todos lados. Es aún así hoy. Cualquiera que sea mi caso el médico amado me puede sanar y cualquiera sea el estado de otros yo se que el puede sanarlos y hoy podré orar por ellos. Hoy quiero tener la esperanza de que Jesús puede y quiere sanar mis enfermedades físicas, emocionales o espirituales.
Hoy estoy plenamente seguro que quién por la tierra caminó sanando a todos los enfermos por su gracia y poder, hoy también camina por los hospitales y clínicas, por las casas y por las habitaciones olorosas a antibióticos y medicinas, para sanar si así lo creemos.
Hoy puedo alabar al Señor sanador, porque recuerdo las veces que él sanó mis heridas. ÈL tomó sobre si mismo nuestras enfermedades. Por sus llagas fuimos nosotros curados. La Iglesia de Cristo sobre la tierra está llena de almas sanadas por el amado médico y los habitantes del cielo también testifican que en algún momento él los sanó a todos. Ven, alma mía, publica a lo lejos la virtud de su gracia y proclama que el Señor es el médico divino quien quiere y puede sanar. Hoy puedo ver su poder sanador en mi.

Señor, Gracias por ser mi sanador. Son muchas las veces que he visto el poder sanador de tu mano sobre mi mente, alma y cuerpo. Tu amor me sana. Hoy quiero traer ante ti mis dolores y quebrantos y confiar en que tu eres el dador de la vida y de la salud. Quiero creer completamente en ti. Se que por tus llagas yo fui sanado. El médico divino eres tú y ante tu presencia me humillo para decirte, gracias, muchas gracias Señor por darme la salud. Con amor extiendes tu mano y yo por la fe extiendo la mía para recibir de ti, la salud. Amén

LA TORMENTA

Kirby había esperado toda la semana por este día. Él y su mejor amigo Austin habían juntado todo tipo de envases para usar como moldes en su castillo de arena. Hasta habían dibujado un plano. Este año, sabían que podrían ganar el premio por el mejor castillo de arena de su categoría.
Llegaron temprano a la playa y marcaron su área. Se pusieron a trabajar enseguida. Había niños de todas las edades construyendo castillos de arena. El de Kirby y Austin adelantaba rápido y se veía magnífico.
Kirby acabada de volcar el último molde de arena sobre la torre cuando un niño que perseguía a otro, muy robusto, pasó corriendo. Justo cuando el niño grandote llegó al castillo lo saltó, pero el que lo perseguía no tenía piernas tan largas y derrumbó una parte grande. Y lo peor, ambos rieron mientras se alejaban corriendo. Austin estaba atónito, pero Kirby estaba furioso
-¡NO…NO…NO! -gritó-. ¿POR QUÉ? -entonces tomó el cubo más grande y comenzó a derribar el castillo mientras gritaba. Echaba arena a todas partes y en segundos el precioso castillo ya no existía.
-¡Kirby! -le gritó Austin-. Lo podíamos haber arreglado. Oh, ¡qué mal!
Austin se alejó.
La mamá de Austin, que los había acompañado a la playa, se acercó y se juntó junto a Kirby.
-Kirby -le dijo-, cuando permites que tu ira te indique qué hacer, nadie gana. Tú, menos que nadie. Al final, fuiste tú con tu ira quien destrozó el castillo, y no esos niños.
Cuando alguien te hace enojar, cuenta hasta diez antes de actuar o hablar. Pídele a Dios que te ayude a no responder con ira.
La ira en sí daña más que la condición que lo causó.
Controla tu ira.

El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua.Proverbios 15:18

LA COACCION DEL HIGADO DE BACALAO

Lectura: Juan 16:8-11
Pero cuando venga el Consolador, ... , el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. —Juan 15:26
Una mujer trajo una botella de aceite de hígado de bacalao para darle a su perro para que éste pudiera tener un pelaje más saludable y brillante. Cada mañana, ella hacía palanca para abrirle la mandíbula al perro y le introducía el líquido por la garganta. El animal luchaba, pero ella persistía. ¡No sabe lo que es bueno para él! —pensaba. Fielmente ella repetía el proceso cada día.
Sin embargo, un día la botella se volcó y ella soltó al perro tan sólo por un momento para limpiar el aceite que había caído. El perro olfateó el líquido con olor a pescado y comenzó a beber a lengüetazos lo que la mujer había derramado. De hecho le encantaba la sustancia. ¡Simplemente había estado rechazando el ser coaccionado!
Algunas veces usamos un método similar para hablarles a los demás acerca de Cristo. Se le llama acorralamiento y es un tipo de enfrentamiento de tipo intenso y directo. Si bien deseamos seriamente compartir el Evangelio, puede que en vez de ello terminemos ahuyentando a las personas. En nuestro intento sincero pero excesivamente entusiasta, creamos resistencia.
Somos llamados a compartir las buenas nuevas, pero no somos responsables de que alguien acepte o rechace a Cristo. No es nuestra labor tratar de convencer a alguien de pecado. Eso es responsabilidad del Espíritu Santo (Juan 16:8).
Sé sensible al compartir con los demás acerca del sacrificio de Cristo. Percibe cuándo aminorar la marcha y deja que Dios y Su Palabra hagan la labor de convicción y atracción hacia Sí mismo.
El Espíritu convence para que Cristo pueda purificar