sábado, 24 de enero de 2009

LA COACCION DEL HIGADO DE BACALAO

Lectura: Juan 16:8-11
Pero cuando venga el Consolador, ... , el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. —Juan 15:26
Una mujer trajo una botella de aceite de hígado de bacalao para darle a su perro para que éste pudiera tener un pelaje más saludable y brillante. Cada mañana, ella hacía palanca para abrirle la mandíbula al perro y le introducía el líquido por la garganta. El animal luchaba, pero ella persistía. ¡No sabe lo que es bueno para él! —pensaba. Fielmente ella repetía el proceso cada día.
Sin embargo, un día la botella se volcó y ella soltó al perro tan sólo por un momento para limpiar el aceite que había caído. El perro olfateó el líquido con olor a pescado y comenzó a beber a lengüetazos lo que la mujer había derramado. De hecho le encantaba la sustancia. ¡Simplemente había estado rechazando el ser coaccionado!
Algunas veces usamos un método similar para hablarles a los demás acerca de Cristo. Se le llama acorralamiento y es un tipo de enfrentamiento de tipo intenso y directo. Si bien deseamos seriamente compartir el Evangelio, puede que en vez de ello terminemos ahuyentando a las personas. En nuestro intento sincero pero excesivamente entusiasta, creamos resistencia.
Somos llamados a compartir las buenas nuevas, pero no somos responsables de que alguien acepte o rechace a Cristo. No es nuestra labor tratar de convencer a alguien de pecado. Eso es responsabilidad del Espíritu Santo (Juan 16:8).
Sé sensible al compartir con los demás acerca del sacrificio de Cristo. Percibe cuándo aminorar la marcha y deja que Dios y Su Palabra hagan la labor de convicción y atracción hacia Sí mismo.
El Espíritu convence para que Cristo pueda purificar

viernes, 23 de enero de 2009

HOY..ÉL RENOVARA MIS FUERZAS

“Escuchadme Costas y Renuévense pueblos; acérquense, y entonces hablen, estemos juntamente en juicio” Isaías 41:1
Todas las cosas sobre la tierra necesitan ser renovadas. Ninguna cosa creada continua por si misma. Los árboles que no son cuidados se desgastan en si mismos. Los árboles necesitan beber del agua de la lluvia y tomar de los tesoros del suelo para experimentar la genuina renovación. Los cedros de Líbano, los cuales Dios ha creado están llenos de vitalidad fresca que han sacado de la misma tierra.
Podrán acaso los hombres que viven en este planeta mantenerse sin renovación? Así como es necesario reparar el desgaste del cuerpo a través de la comida que diariamente tomamos, de la misma manera necesitamos reparar el desgaste del alma por alimentarnos con la comida celestial encerrada en la gloriosa y bendita palabra de Dios. Las flores se renuevan, las aves se renuevan, todo lo creado necesita renovación y hoy, yo, como ser humano creado por Dios también necesito renovación y esa renovación solo vendrá de la mano del Padre Celestial.
Si nuestra vida puede vivir sin Dios, entonces no soy un ser creado soy solo un sueño, pero si soy un ser creado por Dios entonces anhelaré recibir de Dios así como las flores ansían el rocío. Sin la restauración constante de nuestra vida nosotros no estaremos preparados para los ataques continuos del infierno y las aflicciones penetrantes de este mundo o para hacer frente a las disensiones humanas.
Cuando el torbellino se desate , si no me ha renovado en él, seré como árbol sacudido y finalmente quebrado ante su inclemencia, pero si me he renovado en Jesús vendré a ser como una roca que hará frente al vendaval o como marinero que desafía la tempestad mientras fortalece el mástil de su embarcación y lanzaré con firmeza el ancla de la fe. Por eso hoy quiero renovarme en él.
La Palabra de Dios me dice que los que esperan en el Señor renovaran sus fuerzas. Hoy quiero esperar en el Señor y hacer frente a las aflicciones con ánimo renovado, hacer frente a las luchas con una nueva fortaleza espiritual y hacer frente a las tentaciones con la fibra de vencedor.
Si me envanezco y creo que no es necesario renovarme, estaré preparando el camino para mi propia destrucción, porque como ser creado necesito ser renovado. Hoy es una nueva oportunidad para levantarme en fuerza y buscar el rostro de aquel que vive para siempre y que me da una nueva esperanza de vivir.
Gracias Señor por darme la oportunidad de renovarme en ti. Gracias porque como ser creado puedo encontrar en ti el rocío de tu presencia. Amén.

LOS PAÑALES DE AYER

Patricia tenía el mal hábito de pasar por alto a los demás cada vez que estaba muy ocupada. Una tarde su esposo se quejó: Me siento como los pañales de ayer. Patricia le dijo que estaba muy ocupada y que no tenía la intención de tratarlo mal, pero cuando se fue a dormir esa noche, pensó en lo que le dijo su esposo. ¿Lo había estaba desatendiendo?
Pensó en sus muy ocupados días, cambiando pañales, comprando las provisiones, lavando ropa, llevando a los gemelos a las prácticas de fútbol, las representaciones de teatro de la escuela, las reuniones de padres y maestros y su trabajo voluntario. Se sintió extenuada de solo pensarlo. Olvidándose de las preocupaciones de su esposo, cayó en un sueño profundo.
Entonces un día descubrió por sí misma cómo se sentía él. Había ido a las oficinas de una organización muy conocida a dejar una información. Había esperado encontrarse allí con algunos de los voluntarios y hablar con ellos, pero para sorpresa de Patricia, todos estaban demasiado ocupados como para hablar con ella.
Convencida de que no fue bien recibida, se marchó desalentada.
En nuestro ocupado mundo, a menudo nos desalentamos los unos a los otros. Muchos trabajamos en exceso y nos extralimitamos en capacidad, y descubrimos que es fácil habituarnos a dejar de lado a las personas, incluyendo a las que más amamos. No obstante, podemos ser determinantes en las vidas de las personas que nos rodean si dedicamos el tiempo de escucharlas, si les mostramos que son preciosas para Dios… y para nosotros.
Jesús dijo que el mayor mandamiento es amarse los unos a los otros, y que a sus seguidores les conocerían por su amor… un amor profundo y verdadero. Así que mañana, mientras llevas a cabo tu día, toma un momento de tus muchas tareas. Haz una llamada telefónica y dile a un amigo que crees que es muy especial. No solo alegrarás el día de tu amigo, sino que darás un gran testimonio a un mundo que sufre y que se siente abandonado.

Este es el mayor mandamiento que se amen los unos a los otros.Juan 15:17

BENDICION SACRAMENTAL

Lectura: Números 6:22-27
Jehová te bendiga, y te guarde. —Números 6:24
Nuestra iglesia introdujo una nueva práctica para el cierre de nuestro tradicional servicio de adoración matutina. Nos volvemos unos a otros y cantamos la familiar bendición aarónica que el Señor le dio a Moisés para que a su vez la diera a Israel: «Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti,...» (Números 6:24-26). Nuestros corazones se elevan cuando cada uno de nosotros llamamos a otro creyente y extendemos nuestra bendición sobre él o ella.
Un domingo, noté un intercambio de bendiciones especial y reconfortante que ahora se ha convertido en un evento semanal. En uno de los bancos de la parte delantera estaban sentados Óscar y Marian, fieles seguidores de Jesucristo y cónyuges devotos en sus 62 años de vida matrimonial. Cuando comenzamos a cantar, Óscar extendió sus manos y tomó las manos de Marian entre las suyas. Se cantaron las palabras de apertura de esta bendición especial el uno al otro antes de mirar a los demás. Todos los que estaban cerca captaron de reojo la mirada de amor y ternura en los rostros de esta pareja.
Una bendición sacramental no es simplemente un cierre ritualista; es un auténtico deseo en oración de que la bondad de Dios acompañe a la otra persona. Al ofrecerse este deseo el uno al otro, Óscar y Marian ejemplifican su significado más cálido y profundo. Al bendecir a los demás, expresamos gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros por medio de la muerte de Cristo (Hebreos 13:20-21).

Dios nos da una bendición para que podamos ser una bendición para los demás.

jueves, 22 de enero de 2009

CUMBRES NO ALCANZADAS

Una vez más miró la cumbre: la ansiada cumbre, que parecía escapar de sus manos cada vez que quería alcanzarla. El invierno en Alaska estaba duro. La nevada había sido cruel, y los músculos del anciano estaban frígidos.

Norman Vaughan, de ochenta y ocho años de edad, miró por última vez la cumbre de la montaña que lleva su nombre, y nuevamente hizo el esfuerzo de escalarla. Pero hacía demasiado frío, así que Vaughan desistió. Era la décima vez que fracasaba.


Allá por 1928, el célebre almirante Richard Byrd había bautizado esa montaña, de tres mil quinientos metros de altura, con el nombre de Vaughan, en honor de su ayudante. Vaughan tenía en aquel entonces veintitrés años de edad. Durante sesenta y cinco años, Vaughan había tratado de alcanzar la cima, pero sin éxito. Esta última vez, cansado y triste, dio media vuelta con sus ayudantes y su equipo, y abandonó el intento.

¡Cuántas veces en la vida deseamos alcanzar una cima y no lo logramos! ¡Cuántos estudiantes comienzan con fe y esperanza la carrera de sus sueños, y a veces, aun antes de concluido el primer año, ya están guardando sus libros y archivando sus esperanzas!

¡Cuántos jóvenes ilusionados llegan a la gran ciudad con sueños de ser estrellas, y terminan lavando la losa en un restaurante de segunda, o lustrando autos en una gasolinera! ¡Cuántos hombres entran en la arena política soñando con llegar a la presidencia, pero quedan deshechos a mitad de camino por las intrigas, las falsedades y los espejismos de la complejidad política!

¿Y qué de los sueños acerca del matrimonio? ¡Cuántos jóvenes comienzan llenos de ilusiones, soñando con alcanzar la cúspide de la felicidad, sólo para descubrir, amargados, que la relación con su pareja no fue más que una pasión efímera!

Llegar a una cumbre es difícil. Nada que tiene valor viene fácil. Mientras más grande es lo que buscamos, más difícil es alcanzarlo. Así es la vida; pero está compuesta de años, meses, semanas y días. El secreto del éxito consiste en lograr las hazañas de la vida un día a la vez.

Así sucede también con las inquietudes espirituales. Si esperamos saber todos los detalles de la eternidad antes de emprender la subida, nunca obtendremos paz. Busquemos a Dios un día a la vez. Cada día, en las palabras del Maestro, digámosle al Padre celestial: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mateo 6:11). Dios desea nuestro triunfo, tanto material como espiritual. Vivamos el día de hoy con Dios a nuestro lado.

Hermano Pablo

VERSO DE PATRICIA OLIVERA - LÁGRIMAS DE SANTO


Al rodar por tus mejillas
Con gran dolor del corazón
Aquellas lágrimas sencillas
Dejaron huellas de pasión
Por el mundo que se pierde
Sin amor, sin compasión.

Aquellas lágrimas hoy duelen
Viendo al mundo sin perdón
Porque sabes, que si mueren
No gozarán tu salvación.

Lágrimas del Santo
Que se mezclaron con sudor
Porque amó al mundo tanto
Llevando todo su dolor.

Lágrimas benditas
Que me acercaron al Señor
Lágrimas con ruegos
De mi amado intercesor.

Patricia J. Olivera Costilla

¿AMAR POR OBLIGACIÓN?

¿Amar por obligación?



¿Has sentido alguna vez la carga de tener que amar a alguien? En la vida llevamos cargas de diferentes naturalezas, algunas más livianas, otras más pesadas. Por lo general tienen que ver con responsabilidades, con sufrimientos, con enfermedades o pérdidas, pero la “carga de dar amor” es difícil de imaginar. El amor está o no está, se siente o está ausente.

Sin embargo la Biblia nos dice en 1 Juan 5:3: "El amar a Dios consiste en obedecer sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga, porque todo el que es hijo de Dios vence al mundo."

El amor a Dios se expresa por medio de obediencia, y obedecer lo que no nos gusta se siente como una carga muy pesada, sobre todo cuando la obediencia nos aleja de lo que creemos nos hará bien y traerá felicidad. La palabra por su parte, insiste: “… y sus mandamientos no son una carga…” (1 Juan 5:3) ; “Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros." (Mateo 11:29).

Para poder juzgar cuán pesada es una carga debemos poder compararlas con otras. El Dios y Padre amoroso sabe que la “carga” de dar un paso de obediencia no se compara con la carga del pecado y sus consecuencias.

Nosotros en nuestro rol de hijos debemos amor y entrega total a nuestro Padre y creador. Dios no desea que le obedezcamos por obligación, quién puede obligarse a amar? De qué sirve un amor obligado? Dios desea más bien que el amor que sentimos por Él nos mueva a comportarnos como hijos agradecidos, hijos que buscan agradarle. En definitiva obedecerle será siempre para nuestro propio provecho.

Si te cuesta obedecer las leyes de Dios, pídele a Él que ponga Su amor en tu c orazón, y que sea ese amor el que te colme e inunde, que sea ese amor el que inspire tu vida, que el amor de Dios te lleve más allá de lo que puedes imaginar, que te enamore de tal manera que tu corazón desee fervientemente devolverle a Él un poquito de ese amor. El hacer Su voluntad y obedecerle pasarán a ser tal pequeñez, que no nos importará ceder, pues todo adquiere otra dimensión al ser comparado con el amor que Dios nos mostró por medio de Cristo Jesús.

“Padre, gracias por habernos hecho tus hijos. Gracias por habernos amado de tal manera, aún cuando en nuestro egoísmo te negamos el amor que te mereces. En todas las cosas dependemos de ti, hasta esto debemos venir a pedirte: Enséñanos a amarte como es digno de ti. Pon el amor de Cristo en nuestro corazón y enséñanos a amar como Tú lo hiciste. En el nombre de Jesús, AMÉN.”


Enviado por: Erica. E