lunes, 5 de enero de 2009

ROBAR SU PROPIO BANCO

Iba a ser el asalto perfecto, un asalto que no podría fallar, que no dejaría ninguna pista, y que produciría al asaltante una cuantiosa suma. El disfraz del asaltante, también, era perfecto: anteojos negros, peluca de color diferente, y nariz arreglada por un experto en maquillajes de teatro.

Así disfrazado, Wong Hoi Wan, de cincuenta y ocho años de edad, de Hong Kong, decidió asaltar un banco de su ciudad. Sólo que él era el presidente del banco. No se sabe si por el calor o por los nervios, la nariz se le desprendió. Y por si eso fuera poco, su enorme figura de 135 kilos de peso ya lo había denunciado a los guardias.

El titular en los diarios era interesante: «Intentó robar su propio banco».

¿Qué significa robar su propio banco? Es alzarse con el dinero que clientes desprevenidos, con toda confianza, han depositado en él. Es levantar una suma incalculable de dinero sin pensar en las consecuencias. Es arruinar honra, familia y porvenir. De ahí que Wong Hoi Wan tuviera que rendirle cuentas a la policía, al juez y a sus depositantes, expiando tras las rejas su maldad.

Si bien en esta vida pocos han de robar su propio banco literalmente, muchos lo han de hacer en sentido figurado. Pues robar su propio banco también es minar el prestigio que uno, con paciencia y cuidado, ha conquistado. Es derribar, por descuidos éticos, la posición que uno, en el mundo de los negocios, ha ganado.

Es destruir, por infidelidad conyugal, lo más hermoso y preciado que en este mundo existe: su matrimonio. Y junto con la destrucción de su matrimonio quedan, también, destruidos sus hijos, sus nietos y el resto de la familia.

Robar su propio banco es agredirse uno mismo con el uso de drogas y alcohol, destruyendo ánimo, cerebro y voluntad, haciéndose inútil para servicio benéfico y provechoso.

Es hacer caso omiso de la inquietud espiritual que toda persona tiene, destruyendo así la oportunidad de reconciliarse con Dios. Es llevar una vida materialista —efímera, volátil y falsa— sin preocuparse de lo espiritual. Es cerrar las puertas del cielo. «¿De qué le sirve a uno —afirmaba Jesucristo— ganar el mundo entero si se pierde o se destruye a sí mismo?» (Lucas 9:25).

Lo cierto es que podemos ganar millones y adquirir casas, joyas, lujos y placeres, pero si descuidamos nuestra alma nos estamos robando a nosotros mismos.

No sigamos robándonos así. Sometámonos más bien al señorío de Cristo. Él quiere ser nuestro Salvador. Dejemos de robar nuestro propio banco.

Hermano Pablo.

domingo, 4 de enero de 2009

DORMIDO EN LA TORRE DE CONTROL

Uno tras otro, los grandes aviones fueron aterrizando en el aeropuerto. Hacía buen tiempo, y las señales de radio y las luces de aterrizaje funcionaban como debían. Las instrucciones emitidas desde la torre de control del aeropuerto de Ankara, Turquía, eran claras. Fue así como aterrizaron dieciséis aviones esa noche entre las 0 horas y las 6 de la mañana.

Sin embargo, el controlador aéreo Guclu Cevik, que sufría de narcolepsia, había estado dormido la mayor parte del tiempo.

Semidormido, había dado, mecánicamente, las instrucciones. Por suerte y de milagro, no ocurrió ningún accidente.

Es terrible cuando, por obligación del cargo o del oficio, el que tiene que estar bien despierto y alerta se duerme en su trabajo.

¿Qué le puede pasar a un autobús repleto de pasajeros, que anda por un camino montañoso, si el chofer se duerme? ¿Qué le puede pasar a un barco ballenero que se arriesga en un mar turbulento, plagado de témpanos de hielo, si el timonel se duerme?

Los centinelas que vigilan el cuartel no deben dormirse. Los agentes de policía que cuidan el vecindario no deben dormirse. Las enfermeras que, en la unidad de cuidados intensivos, controlan los aparatos que regulan los signos vitales no deben dormirse.

Por lo mismo, un padre que tiene hijos pequeños y adolescentes tampoco debe dormirse. Los traficantes de drogas saben cómo iniciar a un joven en la nefanda adicción de marihuana y cocaína. Los programas de televisión saben cómo incitar al incauto en la pornografía y el crimen. Detrás de cada amigo ocasional puede esconderse un secuestrador de mentes, de corazones y de vidas.

Descuidarse en la educación moral, especialmente de los hijos pequeños, es dormirse cuando más necesitan ellos un padre alerta. Permitir que los hijos se críen por su cuenta, sin dirección, sin escuela, sin iglesia y sin Dios, es entregarlos en manos de ladrones del alma, que listos están para chuparse la última gota de sangre moral y espiritual.

Si los que somos padres o madres queremos hijos inteligentes, sanos, limpios y con valores morales, debemos vigilar con celo constante sus actividades. Por todos lados hay peligrosas tentaciones que llaman a los jóvenes con una atracción casi irresistible, y únicamente con un fuerte respaldo hogareño podrán ellos vencer esas tentaciones.

Quien nos ayudará a velar por nuestros hijos es Jesucristo, el Señor viviente. Invitémoslo a vivir en nuestro corazón, de modo que forme parte de nuestra vida y de nuestro hogar.


Hermano Pablo.

TUS MANOS

Tus manos han llegado
A mi triste soledad
Y para siempre has arrancado
Esa enemiga sin piedad.

Tus manos han salvado
A esta princesa de escapar
Lejos de su amado
Que la hizo despertar.

Tus manos han librado
Mi alma de pecar
Y sólo tú me has dado
Razones para amar.

Tus Manos han Limpiado
Esta oscura suciedad
Y cada llaga tú has borrado
Con tu dulce sanidad.
Tus manos han formado
Este vaso con amor
Y tu voz ha despojado
La amargura y el rencor.

Tus manos acarician
Con ternura y compasión
Y tus besos que destilan
Manantiales de ilusión.

TENTACIÓN

Jorge Robledo Ortiz

Pequeña:
Para cantar tu pelo,
Aprendí la leyenda
Del sol que siendo niño se extravió en un trigal.

Para cantar tus ojos,
Me enseñaron la historia
De la primer mañana que se bañó en el mar.

Para cantar tus labios,
Estudié el meridiano
Que pasa por el beso, la fresa y el panal.

Para cantar tu risa,
Subí con mi poema
Peldaño por peldaño la escala musical.

Para cantar tus senos,
Imaginé la forma
De redondear dos veces la misma castidad.

Quise cantar 'el yunque
Donde folias la vida'
Y todos mis sentidos llegaron a cantar.

Entonces me di cuenta
De que el poema estaba
En el límite exacto del pecado mortal.

No me quejo de nada. No reprocho al destino
Que me hubiera quitado mi rayito de sol
Si a pesar de quererte seguí solo el camino

EL GOZO DEL SEÑOR

“. . . no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.” Nehemías 8:10
“¡Tengo todo lo que necesito para estar gozoso!” dijo Robert Redd Sus manos están retorcidas y sus pies inutilizados. No se puede bañar solo. No se puede alimentar. No puede cepillarse los dientes, ni peinarse, ni ponerse la ropa interior. Sus camisas se abrochan con tiras de ‘Velcro’. Su hablar es arrastrado como un audio casete gastado.

Robert tiene parálisis cerebral.
La enfermedad le impide conducir automóvil, andar en bicicleta y salir a caminar. Pero no le impidió graduarse de la secundaria ni asistir a la Universidad Cristiana Abilene, de la cual se graduó como profesor de latín. Su parálisis cerebral no le impidió enseñar en una escuela secundaria de San Luis, Missouri, ni aventurarse a realizar cinco viajes misioneros al extranjero.
La enfermedad de Robert no le impidió ser misionero en Portugal. Se mudó a Lisboa, solo, en el 1972. Allí alquiló una habitación de hotel y empezó a estudiar portugués. Encontró un dueño de restaurante que le daba de comer después de la hora más atareada y un tutor que le enseñaba el idioma. Después se ubicaba diariamente en un parque, donde distribuía folletos acerca de Cristo. A los seis años había llevado a setenta a entregarse al Señor, una de las cuales llegó a ser su esposa, Rosa.
Hace poco, Robert fue invitado a dar una conferencia. Varios hombres tuvieron que llevarlo a la plataforma en su silla de rueda. Robert colocó una Biblia en su falda, con sus dedos rígidos forzaban las páginas a abrirse. Las personas que estaban en el público secaban sus lágrimas de admiración. Robert pudo pedir simpatía o compasión, pero hizo lo contrario. Levantó su mano retorcida al aire y alabó al Señor diciendo: “Tengo todo lo que necesito para estar gozoso, tengo al Señor.”

Sus camisas son sostenidas por ‘Velcro’, pero su vida es sostenida por gozo.
¿Qué sostiene nuestras vidas?
¡Sea el gozo del Señor nuestro sostén y fortaleza!

¡Dios les bendiga!
Amén

Extraído del Libro “Aplauso del Cielo”
Autor: Max Lucad

sábado, 3 de enero de 2009

HOY..ESTARA CONMIGO EL COSOLADOR

Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré. Juan 16.
Hoy es un día hermoso para acercarme a Dios en entrega, devoción y oración. Hoy es día especial porque nuevamente tengo vida física y espiritual gracias a la misericordia y a la bondad del Señor. Al acercarme hoy en oración necesito recordar la lección hermosa que el Señor y Salvador nos enseñó a través de la escritura, la lección de que no estaríamos solos, pues él enviaría a nosotros el Consolador. Si hay alguna cosa en la tierra de la cual hoy puedo estar seguro es que el Padre Celestial desea que yo hoy sea lleno del Espíritu Santo y precisamente el Padre se deleita en darme el Espíritu Santo Hoy.
Si hoy aprendo la lección y me convenzo a mi mismo, de que la promesa del Padre es real. De que lo dicho por Jesús mi Salvador es verdad, de que él enviaría al Consolador y hoy aprovecho al máximo ese gran tesoro llegado de los cielos y que habita por la fe en mi corazón, entonces que libertad y poder para orar podré disfrutar a la vez seré un canal para que esa libertad y poder se derrame en la iglesia, sobre toda carne, sobre todo individuo y sobre cada esfuerzo especial. Quién aprende a conocer al Padre en la oración y apreciar la persona del Consolador en su vida, aprende a orar más confiadamente por otros y a moverse en dimensiones espirituales completamente nuevas.
La promesa de un Consolador es real y hoy la quiero aprovechar al máximo. El Padre nos da el Espíritu Santo y él es el compañero fiel y permanente. La persona del Espíritu Santo no vendrá hoy sobre mi, porque ya está en mi. Desde el momento que me humillo al Señor y entrego mi vida a él, desde ese momento la Escritura dice que el Espíritu viene a morar dentro de mi…y hoy quiere fluir a través de mi para revelar así la persona de Jesucristo a los demás. Hoy quiero ser un canal de bendición y de apoyo a otros. Quiero serlo a través de la oración y a través del amor que pueda compartir, porque el Consolador esta en mi y a través de mi operando.
Señor, Gracias por darme la hermosa persona del Espíritu Santo para ser mi Consolador y mi Ayudador. Es una gran promesa que ha llegado a mi corazón y esa promesa se hace realidad a través de mi, siendo el canal para el cual fluya el Consolador. Señor, en tu misericordia yo hoy puedo descansar y en tu misericordia yo hoy puedo confiar. Gracias por llenarme con tu poder y guiarme en el camino de tu sabiduría por tu Santo Espíritu. Hoy he aprendido en tu altar que no estoy solo, dentro de mi está el Consolador para guiarme a toda verdad. Gracias Señor por deleitarme con tus bondades y concediéndome la persona del Espíritu Santo como mi Consolador Amén.

IMPULSADO POR LA GRATITUD

Lectura: Hechos 20:22-24
Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. -1 Corintios 15:58
¿Cuál fue la novela más grande jamás escrita? Muchos lectores votarían por la obra de León Tolstoi, Guerra y Paz, la cual, dependiendo de la edición, bien puede tener más de mil páginas. Aun después de haber terminado su novela, Tolstoi siguió escribiendo -a menudo hasta el límite del agotamiento, incapaz de dormir, y al borde de un colapso.
Un día, un amigo le preguntó por qué seguía escribiendo y empujándose hasta el borde del agotamiento. le recordó a Tolstoi que era un rico conde ruso con siervos que siempre estaban a su ente-ra disposición, y que tenía un futuro asegurado.
Tolstoi le explicó que seguía escribiendo porque era el esclavo de una obsesión interna y un deseo que le consumía hasta lo más profundo de sus huesos. Sentía que tenía que seguir escribiendo o de lo contrario enloquecería.
El apóstol Pablo experimentó una obsesión similar, excepto que su impulso era motivado por Dios. Tal y como se lo explicó a sus amigos en Corinto, «el amor de Cristo nos constriñe» (2 Corintios 5:14). Esta era su pasión ardiente, un fuego emocional, una fuerza espiritual que le hacía compartir las buenas nuevas de Jesús y Su muerte y resurrección.
A lo largo de los años, ese celo dedicado ha caracterizado a muchos de los seguidores de nuestro Señor. Ojalá que una chispa de ese fuego arda en nuestros propios corazones.

La buena noticia es demasiado buena para que te la guardes.