viernes, 14 de noviembre de 2008

EL ARCA DE NOE

He aquí algunas cosas que aprendí del Arca de Noé:

Uno: No pierdas el barco.

Dos:
Recuerda que todos estamos en el mismo barco.

Tres: Planifica previamente. No estaba lloviendo cuando Noé construyó el arca.

Cuatro: Mantente en forma. Cuando tengas 60 años, alguien puede pedirte que hagas algo realmente grande.

Cinco: No escuches las críticas; sólo continúa con el trabajo que debe ser realizado.

Seis: Construye tu futuro en tierras altas.

Siete: Por razones de seguridad: viaja en pares!! (trabaja en equipo)

Ocho: La velocidad no es siempre una ventaja. Los caracoles estaban a bordo con los chitas.

Nueve: Cuando estés estresado, flota por un tiempo.

Diez: Recuerda, el arca fue construida por principiantes; el Titanic por profesionales.

Once: no importa la tormenta, cuando estás con Dios, siempre hay un arco iris esperando.

Isaías 43:2
-Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo: y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti

VIVE EN PAZ

Isaac vivió entre los filisteos, los cuales demostraron ser vecinos intratables. Él se había vuelto tan poderoso y rico que ellos le temían y le pidieron que se fuera de su territorio. Puesto que era mucho más poderoso que ellos, Isaac pudo haber rehusado. Sin embargo, accedió y se mudó a un valle cercano adonde su padre Abraham había cavado unos pozos años antes.
Los filisteos habían obstruido los pozos después de la muerte de Abraham. Cada vez que Isaac abría uno de nuevo, ellos decían que les pertenecía, a pesar de que no lo estaban usando.
Sencillamente eran contenciosos. Pero Isaac prosiguió avanzando hasta que entró en área adonde los filisteos no protestaron por su derecho al agua.
Yo he encontrado gente así. Cuando mis hermanos y yo éramos chicos y jugábamos a la pelota, teníamos que tener mucho cuidado con los lanzamientos, porque el vecino confiscaba todas las pelotas que llegaban a su patio.
Es difícil que a uno le caigan bien personas como esas, pero Jesús hasta llegó a decir que debemos amarlas, orar por ellas y ser buenos con ellas. Puede que no sea fácil, y esas personas intratables podrían no cambiar. Sin embargo, según Romanos 12:18, aún así debemos hacer todo lo posible por vivir en paz con todo el mundo.

Romanos 12:18Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.

ENJUGA LAGRIMAS

Lectura: Apocalipsis 21:1-7
Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá . . . dolor; porque las primeras cosas pasaron. —Apocalipsis 21:4
Acababa de terminar mi predicación sobre los dolores de la vida cuando una pareja se me acercó delante de la iglesia. La mujer me contó acerca de la carga que ellos llevaban como familia. Su joven hijo tenía severos problemas físicos, y la tensión del constante cui-dado de este necesitado muchachito, aunada al dolor de saber que no podían mejorar su situación, parecía algunas veces ser insoportable.
Mientras la pareja compartía conmigo, con lágrimas en los ojos, su hijita estaba a su lado —escuchando y observando. Viendo el obvio sufrimiento grabado por las lágrimas en el rostro de su madre, la niña extendió la mano y suavemente enjugó las lágrimas de la mejilla de su mamá. Fue un sencillo gesto de amor y compasión, y una profunda muestra de preocupación proveniente de alguien tan joven.
A menudo, nuestras lágrimas empañan nuestra visión y nos impiden ver con claridad. En esos momentos, puede ser de aliento tener un amigo que se preocupa lo suficiente como para amarnos en nuestro dolor y caminar con nosotros en nuestras luchas.
Aun cuando los amigos pueden ser una ayuda, sólo Cristo puede llegar más allá de nuestras lágrimas y tocar las profundas heridas de nuestros corazones. Su consuelo nos puede sostener en las luchas de nuestras vidas hasta ese día cuando Dios mismo enjugue toda lágrima de nuestros ojos (Ap. 21:4). —WEC
El Dios que lavó nuestros pecados también enjugará nuestras lágrimas.

jueves, 13 de noviembre de 2008

MI IGLESIA (Rene Gonzalez)

NADA CON ESCESO

Comenzó a entrenar a los cuatro años de edad. A los diez, ya había ganado varios premios. Su pasión era la gimnasia de exhibición. Su sueño: ganar medallas de oro en los juegos olímpicos.

A los dieciséis años, en una de las competencias, estuvo a punto de sacar el puntaje perfecto. Todos le auguraban un brillante porvenir. Pero Christy Henrich, joven gimnasta escandinava, tenía un problema. Estaba obsesionada con la idea de que estaba engordando, aunque no era así.

A los diecinueve años ya no pudo competir más. Su obsesión la había dominado. Finalmente, a los veintidós, Christy Henrich falleció. Murió de anorexia nerviosa, pesando sólo veintinueve kilos. Su obsesión la había matado.

He aquí una joven que pudo haber tenido grandes éxitos. Perfeccionó su arte. Ganó muchas medallas. Alcanzó la perfección, casi a la altura de Olga Korbut, la atleta rusa, y Nadia Comaneci, la rumana. Pero le entró la obsesión de la gordura. Desoyó los consejos de médicos y familiares, y dejó de comer. Y su bello cuerpo se fue consumiendo hasta que le fallaron todos los órganos.

Las obsesiones, las fobias, las pasiones y las ansiedades pueden dominar todo nuestro ser a tal grado que nos hacen inútiles. Los afanes de la vida, cuando controlan la voluntad, se vuelven destructivos.

Tenemos que aprender a matizar nuestra existencia. «Nada con exceso» era la máxima de Epicteto, el estoico filósofo griego del siglo primero de nuestra era. Dios no nos hizo para las obsesiones, las pasiones, los frenesíes y los fanatismos. Nos hizo para la sobriedad, la mesura, el equilibrio, la armonía.

«No se inquieten por nada —escribió el apóstol Pablo—; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias» (Filipenses 4:6). Vivir libres de pasiones y obsesiones es la clave de la vida prudente, moderada y satisfecha. Esa es la vida que Dios quiso que su creación llevara.

Ahora bien, ¿cómo puede el ser humano despojarse de tantas fobias y obsesiones? Entregándole su vida a Cristo. La persona que no tiene a Cristo en el corazón será para siempre víctima de pasiones desorbitadas.

Es que sólo Jesucristo —Señor, Salvador y Maestro perfecto— puede darnos esa estabilidad, ese equilibrio y esa moderación ideal. Cuando Él entra a nuestro corazón, transforma nuestro modo de pensar, y todos nuestros móviles cambian. Sometámonos a su divina voluntad. Él quiere ser nuestro mejor amigo.

Hermano Pablo.

HOY..SERAS MI AYUDADOR Y MI ESPERANZA

Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en el Señor, su Dios Salmo 146:5.
Muchos han sido los días que al amanecer parecen pesados y mi cuerpo y mi alma parecen no tener fuerza para enfrentar las demandas diarias. Cuantos han sido los amaneceres que parecen atardeceres, porque las circunstancias del día anterior han empañado los cristales de mi vida. Hoy, sin embargo, quiero meditar y sentir y pensar que aunque parezcan los días así, puedo tener la bendición de tener a Dios como mi ayudador y mi esperanza..Cuando casi no puedo caminar, Dios llega a mi con su fuerza y poder y me levanta. El es el Dios de Jacob, porque cuando Jacob había perdido la esperanza el Señor se le apareció y luchó con él y lo bendijo. Eso es precisamente lo que necesito su bendición. Su bendición es aliento a mi ser y elixir de fuerza para mi espíritu.
.Bienaventurado…o completamente feliz aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob. Si, felicidad total llega cuando quien nos ayuda en medio de la debilidad es el Dios de Jacob, quien a la vez es mi Dios. Bienaventurado o completamente feliz aquel cuya esperanza está en el Dios todopoderoso. En un mundo en el cual se pierde la esperanza en relación a la salud, las finanzas, el trabajo, las relaciones, la familia y el futuro, se levanta la más grande esperanza que necesitamos como seres finitos y débiles…y la esperanza es Dios. Quien hizo los cielos y la tierra no solo me ofrece hoy ser mi ayudador, pero también me ofrece la esperanza.
“Esforzaos todos vosotros los que esperáis en el Señor, y tome aliento o esperanza vuestro corazón” Salmo 31:24. Si un poco más, un poco más de esfuerzo si esperamos en el Señor y tome esperanza nuevamente nuestro corazón.
Padre celestial: En medio de mi camino turbulento, hoy te ofrezco mi alabanza por que tú eres el soberano Rey de todo el universo..Mi esperanza no está anclada en las cosas temporales de esta vida, sino en ti, quien eres la Roca eterna de los siglos..Reconozco hoy, Señor que mi felicidad esta basada en la esperanza que sale de ti. Tu eres la fuente de toda la creación, tú eres la fuente de toda verdad y de toda justicia y eres el suplidor de todas nuestras necesidades, eres comida para el hambriento, emancipador de los cautivos, luz para el ciego y médico para el enfermo, amigo para el extranjero y Padre para el huérfano. Eres mi ayudador y mi esperanza. Amen.

ARMADOS Y EXTREMADAMENTE EFECTIVOS

Lectura: Efesios 6:10-18
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra . . . huestes espirituales de maldad. —Efesios 6:12
Hace algún tiempo, se les confiscó sus armas a los oficiales de la policía en Tijuana, México. Se sospechaba que algunos de ellos habían estado confabulados con narcotraficantes. Al principio, temiendo por su seguridad, la policía dejó de patrullar. Pero finalmente, algunos de ellos regresaron al trabajo —llevando hondas. Pasaron tres semanas antes de que se les devolvieran sus armas, que eran más efectivas.
Aunque todos recordamos a un pastorcito que usó una honda y una sola piedra lisa con gran éxito en su encuentro con un gigante (1 S. 17), muy pocos de nosotros habríamos tenido la valentía de enfrentar violentas amenazas armados con una protección tan enclenque. Pero cada día, aunque a menudo estamos mal preparados, sí enfrentamos una amenaza. Como creyentes, luchamos contra un enemigo que no podemos ver. Nuestra lucha no es «contra sangre y carne sino . . . contra huestes espirituales de maldad» (Ef. 6:12). Sin embargo, el resultado de esta batalla es seguro, Jesús es el vencedor; y usando la armadura y las armas que Él provee, podemos «resistir» (v. 13). Luchamos con Su poder y Su fuerza.
Cada día debemos ponernos la armadura de Dios —la coraza de justicia, el escudo de la fe, y la espada del Espíritu, la Palabra de Dios (vv. 13-17). La preparación y la protección son la clave para ganar las batallas espirituales.
La victoria espiritual sólo viene para aquellos que están preparados para la batalla.